miércoles, 30 de diciembre de 2009

Amalgama llena de tristes sentires


Ya pasamos la Navidad que me alegra por el solo hecho de que es el cumpleaños de Nuestro Señor Jesucristo y siempre a las doce de la noche, beso al Niñito en el pesebre y le agradezco el que haya venido y que haya sufrido tanto para darnos la esperanzad de la Resurrección. Es que yo vivo con esa esperanza, con la del reencuentro con mi hija amada, la que se me fue muy pronto, a los dieciseis años, hace ya quince.

Pero luego de que pasa ese festejo, el que viene, el de mañana fin de año, me da tristeza porque suma un año más sin mi hija, un año más en este mundo injusto, un año más que quizás me espera por vivir en medio del dolor y la tristeza, sólo suavizada por la presencia en mi vida de mi nena menor, mi amada Marina. Si no fuera por ella no soportoría estas fiestas y seguramente me iría a dormir a las diez de la noche sin comer. Todo me parece un alboroto inútil, un bullicio sin sentido, es una tradición que no me interesa y que me hace mal. Me faltan demasiados seres queridos como para que me sienta feliz en estos días.

El primero en partir fue mi querido hermano Pachi, hace ya treinta y tres años, luego mi hija hace quince años y enseguida mi padre seis meses después. Esos tres seres fueron muy impotantes en mi vida y su ausencia es para mí sentida hasta en la actualidad.

Por eso, en estos días me siento triste, no quiero festejar nada, quiero volver a lo cotidiano o a simplemente descansar y encontrar un poco de paz a mi alma dolorida por tantos seres que extraño, sobre todo mi hija, mi amada Noé.

Estos son mis sentires casi todos los años desde hace quince, nunca pude lograr sentir de otra manera, la ausencia de Noé dejó un vacío tan grande que nada ni nadie lo puede llenar.
La amalgama de sentires hoy está poblada de tristeza.
Melan

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